La “Guitarrona Mestiza” es un instrumento inspirado en el tradicional guitarrón chileno.
Manufacturado en maderas mestizas, Notro, Alerce y coihue, ofrece un cálido cromatismo visual, que evoca los bosques nativos del sur de Chile, en hermandad con la madera africana de ébano y Nogal europeo. En materia de diseño, sus curvas y rectitudes, de transiciones suaves, le otorgan una imagen que comunica su carácter innovador, manteniendo las características de los instrumentos musicales de cuerdas, de tipo guitarras. El instrumento ofrece una trasformación en la cantidad de cuerdas, respecto del guitarrón de 25 cuerdas, que responde a una variante histórica del cordófono.
El guitarrón es un instrumento cuyos registros históricos se ubican a partir del Siglo XVIII en Chile. Constituye un tipo organológico propiamente nacional. Su aparición coincide con la emergencia de diferentes cordófonos latinoamericanos, movimiento asociado al influjo nacionalista propio del siglo decimonono independentista
latinoamericano.
Una de las particularidades de este instrumento es la presencia de dos tecnologías de cuerdas: por una parte, cuerdas distribuidas sobre un mástil, cuyo uso implica la digitación sobre el diapasón para modular alturas tonales; y también un grupo de cuerdas fijas (no se modulan mediante la digitación) que funcionan
como cítaras (diablitos).
La historia del guitarrón consigna su descripción como cordófono de 25 cuerdas. Sin embargo, se han registrado variantes en la cantidad de cuerdas, en trabajos como (Pereira, 1941) y (Vicuña, 1912). El archivo histórico construido en torno al instrumento lo ha asociado al uso masculino.
Los hombres [...] se dedican a los escasos restos del canto épico (romances), La lírica seria, la didáctica i la tenzón (controversia poética, llamada contrapunto). La forma métrica preferida es la décima espinela su instrumento el sonoro “guitarrón” (Lenz, 1919, págs. 521-522).
“De varios romances vulgares [...] me han dicho que se cantan con acompañamiento de guitarrón, instrumento que sólo he visto manejado por hombres, cantores de décimas y quintillas” (Vicuña, 1912, pág. XXIII)
“En todas estas fondas se bebía y cantaba en guitarra, arpa y guitarrón, es decir, canto de mujer: tonada, cueca y canción; y de hombre: verso grande y contrapunto” (Acevedo A. , 1935, pág. 49)
De acuerdo con las investigaciones que ha realizado el equipo postulante sobre el tema, la escisión de género del instrumentista, atribuida al guitarrón, se debe a las características organológicas documentadas durante los siglos XX y XXI, que han tendido a homogeneizar el instrumento. Por el contrario, se considera que su uso cultural debió tener características más bien heterogéneas, de acuerdo con elementos silenciados en la historiografía del instrumento, como la presencia de intérpretes femeninas de gran importancia para la mantención de la práctica instrumental hasta el presente. Como ejemplos de estas situaciones, citamos a Carlos Lavín, quien documentó el más antiguo registro sonoro que se conserva del guitarrón, en manos de la guitarronera Ángela Silva (1947) quien interpreta un guitarrón agudo, afinado en DO.
También existen otros casos de guitarroneras silenciadas en la historiografía del instrumento y del canto a lo poeta:
“Violeta Parra sabe tocar nuestros instrumentos folclóricos, la guitarra y el guitarrón y cantar a lo poeta” (Lyon, 1958, pág. 71).
"El famoso pueta Liborio Salgado, en compañía de su mujer, magnifica ejecutante del guitarrón, se trasladaron al centro de Puente Alto hacia 1920" (Barros & Dannemann, 1960, pág. 14)
Organológicamente, el guitarrón difundido en trabajos historiográficos canónicos, ha divulgado las medidas para la fabricación de instrumentos cuyas afinaciones responden a las tonalidades de SOL y LA, proclives al canto masculino. A raíz de esto, las guitarroneras han debido cantar en tonos graves, porque los instrumentos que se rigen por el prototipo lenziano (1919) no están diseñados para el uso de vocalidades agudas, produciendo, en parte, la marginación femenina de la práctica instrumental.
“Santos Rubio recuerda entre los antiguos guitarroneros [...] alcanzó a escuchar algunas mujeres que cantaban y se adecuaban al tono del hombre, pero cuando bajaba el tono de la entonación, no podían seguir” (Perez de Arce, 2007, pág. 36)
Este antecedente es relevante de análisis crítico, ya que la Luthería del instrumento se ha desarrollado fundamentalmente desde una perspectiva historicista y museográfica, es decir, copiando, reproduciendo los moldes de guitarrones antiguos, presentes en trabajos canónicos que atribuyen una tradicionalidad masculina al instrumento, traspasando estos discursos a la artesanía misma del instrumento.
“Francisco Astorga, él me trajo a mí el modelo tradicional del guitarrón chileno. Ahí para empezar yo lo conocí, empecé a trabajarlo y seguí todas las instrucciones de él, para poder ejecutarlo como es tradicionalmente, para no perder nada de la característica. Y bueno, ahí empecé a construir el guitarrón” (Anselmo Jaramillo en UC13, 2013, min. 1:26).
Las cultoras actuales, que han intentado afinar sus instrumentos más agudos, han sufrido el rompimiento de sus instrumentos, básicamente porque la arquitectura de sus guitarrones, elaborados de acuerdo con el modelo histórico más divulgado, no resiste la tensión del encordado en afinaciones más agudas. Emma
Madariaga, guitarronera Tesoro Humano Vivo, sufrió el estallido del puente de su guitarrón en pleno escenario. Es por esta razón que innovar en cuanto al diseño del instrumento, modificar sus dimensiones métricas es importante para adecuar los instrumentos a las diferentes particularidades vocales, que habiliten el uso libre de los instrumentos musicales tanto para hombres como para mujeres. El/la luthier puede adaptar el largo de escala, a modo de ampliar o disminuir la altura tonal de los instrumentos. Pero esto implica abordar los artefactos desde una intención Re interpretativa, más que desde la reproducción museográfica.
La “guitarrona” cordófono de 6 ordenanzas de cuerdas dobles y cuatro diablitos (11-222222-11) ha sido documentada por Astorga & Bustamante (1996, pág.17) y Pinkerton (2007, pág. 20). En la actualidad, la guitarronera María Antonieta Contreras utiliza una “guitarrona” de 5 ordenanzas dobles y 2 diablitos (22222-11). En este sentido, la “Guitarrona Mestiza” es un instrumento tradicional, con antecedentes históricos, variante del guitarrón chileno, pero concebida como una reinterpretación contemporánea en su manufactura y concepto sonoro.